"Morato Arráez fue el pirata que más asaltó la costa de Murcia"

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Seguir la pista a los piratas es cosa de aventureros. Sobre todo si se trata de Morato Arráez, el pirata que más arrasó la costa murciana. El arqueólogo Alfredo Porrúa nos ayuda a reconstruir la historia de la piratería y a conocer los restos de las defensas que se levantaron para protegerse de los temibles saqueadores. Desde la Torre del Rame (Los Alcázares) hasta la Torre de la Horadada (Pilar de la Horadada), podemos otear el horizonte marino por si vuelven los berberiscos.

 

 

Tan presente permanece aún la historia de la piratería que en Los Alcázares, donde aún se erige la Torre del Rame, celebran cada primavera las festivas Incursiones Berberiscas. En los días de Semana Santa se suceden representaciones medievales que recuerdan el asalto de los moriscos a las costas murcianas. El arqueólogo Alfredo Porrúa ofrecerá el sábado, 30 de marzo, a las 18 horas, en el Club Naútico de Lo Pagán una conferencia sobre "La amenaza que llega del mar. Defensas costeras y piratería en la costa del Mar Menor' dentro del programa de la Sea World Exhibition que San Pedro del Pinatar dedica al mar en los días de Semana Santa. El arqueólogo adelanta en esta entrevista los datos más desconocidos de la historia de la piratería en el Mar Menor.

 

¿Cuáles son los restos más importantes que nos quedan de la defensa costera contra la piratería en el Mar Menor?

Nos quedan algunas torres costeras: la torre del Rame en los Alcázares, una torre construida por los musulmanes que ya era citada en los documentos del concejo de la ciudad de Murcia en el siglo XIII; la torre del Negro, en el Lentiscar (dentro del término municipal de Cartagena); las dos pueden verse desde la AP-7 en dirección a Cartagena; el convento de San Ginés de la Jara y el faro de Cabo de Palos se utilizaron ocasionalmente como atalayas de vigilancia costera. En las cercanías del Mar Menor hay dos torres que están en la provincia de Alicante y que formaron parte de las defensas de estas costas: la torre de Cabo Roig y la Torre Horadada. La primera fue reconvertida en restaurante y puede visitarse; la segunda es propiedad particular y sólo se puede observar su aspecto exterior. Las torres del Pinatar (llamada la Torre Derribada) o la del Estacio han desaparecido; la del Estacio desapareció en la década de los sesenta del pasado siglo; por lo que me dijeron, sus piedras fueron utilizadas para reforzar la base de las encañizadas y morunas de las golas del Mar Menor. Había una torre junto al faro de Cabo de Palos; según me dijeron fue derribada entre los siglos XIX y XX cuando se remodeló el faro para convertirlo en escuela de fareros.

¿Qué supuso para la población costera esta amenaza? ¿Cómo cambió sus vidas?

A partir del siglo XIII sólo vivían algunos pescadores y pastores en la costa; la población musulmana había sido expulsada de forma progresiva con la conquista de Cartagena  y su entorno entre 1243 y 1266. Los nuevos pobladores recibieron donaciones y repartos de tierra de gran extensión para compensar la escasez de agua y la distancia con respecto a las principales ciudades. No había por tanto mucha población.

Entre los siglos XIV y XV hubo enfrentamientos entre los reinos de Castilla, Aragón y Granada por estas tierras (además de muchas fricciones entre los concejos de Murcia y Orihuela) por lo que no era un destino apetecible. La conquista de Granada y la unión dinástica de Castilla y Aragón a partir del reinado de los Reyes Católicos cambiaron las cosas. Se repoblaron algunos caseríos y se reclamaron tierras que habían sido abandonadas; sin embargo, los intereses creados de los ganaderos y las elites de Murcia y Cartagena (que muchas veces eran los mismos) no hicieron posible el asentamiento de agricultores en la zona.

La población no creció demasiado y cuando la piratería comenzó a hacerse sentir en estas costas, la inseguridad hizo que se convirtiera en un desierto demográfico.

Sólo los pobres, pescadores, pastores y algunos agricultores, que vivían como jornaleros en las tierras de propietarios que residían lejos de aquí, se quedaron. Los piratas los capturaban y los empleaban como esclavos (en las raras ocasiones en las que se trataba de una persona con ciertos medios económicos pedían un rescate que se pagaba a través de alguna orden religiosa como los mercedarios).

¿Cómo eran realmente los piratas que llegaban a esta costa? Es de suponer que serían muy distintos a los de las películas...

En primer lugar había piratas de todas las naciones. Hay constancia de ataques de barcos genoveses al puerto de Cartagena y esta ciudad era la base de corsarios que saqueaban las ciudades del norte de África con licencia del reino de Castilla. Sin embargo, la mayoría de los piratas que atacaban nuestras costas procedían del Magreb, de ciudades como Argel, Túnez, Djidjelli, Tetúan o Rabat-Saleh: entre ellos había descendientes de musulmanes que habían sido expulsados de sus tierras de origen en los siglos XIII y XIV (Baleares, Murcia, Valencia); moriscos que habían huido del reino de Granada a finales del siglo XV, magrebíes y turcos. A todos estos se añadían los renegados, cristianos convertidos al Islam que se convertían en piratas; la mayoría eran esclavos que habían sido capturados por otros corsarios. La conversión les daba la oportunidad de lograr la libertad y muchos eran marinos y pescadores que ya sabían navegar. El pirata que arrasó las costas de Murcia en más ocasiones, Morato Arráez, era un albanés capturado de niño por el corsario Kara Alí.

¿Por qué el Mar Menor estuvo tan castigado por la piratería? ¿Lo estuvo más que otras costas?

Porque era fácil por muchas razones: en primer lugar, porque estaba cerca del Magreb (de Cabo de Palos a Orán hay poca distancia y corrientes que te llevan directamente; el ferry Alicante-Orán, hasta no hace mucho venía hasta aquí y luego tomaba la singladura hacia las costas argelinas desde ese punto). Las costas son bajas y arenosas; si conoces los bajos y los canales costeros puedes acercarte y tomar agua. En La Manga y la Isla Grosa había puntos donde había agua dulce a poca profundidad en el siglo XVI; había pesca y caza en abundancia en la comarca y no estaba muy poblada, por lo que los barcos podían esconderse tras la Isla Grosa, avituallarse y tomar agua, mientras esperaban los barcos que salían de Cartagena hacia otros puertos del mediterráneo.

Los dispositivos de defensa dependían de las milicias de cada ciudad. Cuando se veían piratas se hacían fogatas y se disparaban salvas de cañón que se repetían en las torres del interior hasta que llegaba la noticia a Cartagena o a Murcia. Había rivalidad entre ambas ciudades y si el ataque se producía en el territorio del vecino la ayuda no siempre llegaba o llegaba tarde.

La del Mar Menor no era una situación excepcional. Las costas de todo el mediterráneo eran atacadas periódicamente por corsarios berberiscos; las zonas más ricas, por grandes flotas; las más pobres por flotas medianas o barcos aislados. Las incursiones que hubo en el Mar Menor fueron parte de una travesía que los barcos corsarios hacían por las costas de Murcia, Almería, Granada y Málaga en la mayoría de los casos. De esa forma iban capturando ganado, personas y mercancías en pequeñas cantidades hasta reunir una cantidad que les supusiera beneficios con respecto a los gastos de la expedición.

¿En qué periodo histórico se intensificaron los asaltos?

En los siglos XIV y XV hubo ya ataques corsarios, pero fueron especialmente frecuentes en el siglo XVI y en la primera mitad del siglo XVII. En el siglo XVIII había aún corsarios en las ciudades costeras del Magreb pero las flotas inglesa y francesa controlaban el tráfico marítimo en el mediterráneo y el imperio turco había perdido interés e influencia en esta parte del mundo. Se convirtieron en un problema local para los que navegaban muy cerca de las costas de Argel, Libia o Túnez pero nada más.

Paradójicamente, la flota española capturaba con cierta frecuencia barcos de corsarios y de pescadores magrebíes cuando abastecían los presidios de Ceuta y Melilla. La mayoría acababan como prisioneros trabajando en el arsenal y la dársena de Cartagena. De tanto en tanto, como pasaba antes con los prisioneros cristianos en el siglo XVI, venían embajadas de Marruecos o Argel y rescataban algunos de ellos para devolverlos a sus familias.

 

 

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