Testimonio de un peón agrícola: 'En la fila del brócoli no llevamos mascarilla'

Comarca Mar Menor
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Alexia Salas. La voz risueña de Mory, trabajador agrícola de Costa de Marfil, trata de espantar el miedo. "Siempre temo que me vayan a contagiar", confiesa sobre el fino y tembloroso hilo que separa llevar dinero a casa de no tener ingresos durante la cuarentena. No se lo puede permitir, porque tiene que mandar dinero a sus padres, ya mayores, que cuidan de su hija de 16 años en su remoto pueblo africano. 

Cada día empieza para Mory con la oscuridad de las 4 de la mañana para coger el autobús, que recoge a los peones agrícolas a las 5 horas en Torre Pacheco para llevarlos a Albacete a la recogida de brócoli. Los cálidos otoños del campo de Cartagena hacen que algunas empresas agrícolas empiecen a cortar esta verdura en sus cultivos manchegos antes de que las heladas entren de lleno. "Si no hay nieve, empezamos a cortar a las 8 de la mañana y seguimos hasta las 6 de la tarde, con media hora de descanso a las 10 horas y otra media hora a las 2 de la tarde", cuenta el inmigrante. A pie de campo, "nadie vigila que se cumplan las medidas de seguridad", afirma. "Allí estamos todos pegados unos a otros en la fila del brócoli y nadie lleva mascarilla", cuenta en un español casi perfecto.  

En su cuadrilla ninguno ha caído enfermo por Covid, aunque tampoco sabe si alguno ha acudido a trabajar con el virus por no perder el sustento. "Si dices que estás resfriado, te dejan dos semanas sin trabajar, así que te aguantas", cuenta. Durante los 13 años que lleva en Torre Pacheco, se ha empleado en varias empresas grandes y en explotaciones agrícolas de menor tamaño. Asegura que prefiere trabajar de manera directa para medianos y pequeños agricultores porque "el trato es mejor". 

Los traslados suman más riesgos de contagio. "Con dos horas y media de autobús para ir y lo mismo para volver, con el frío que hace, nadie se preocupa de llevar mascarilla", explica Mori. En cuanto al aforo máximo del 50% permitido por la normativa sanitaria, asegura que "se cumple si el chófer insiste, pero si no, el encargado mete a más" peones para el viaje a los campos agrícolas.  

Nadie le paga las casi 5 horas de traslados diarios que tiene que hacer cada día. Su jornada termina a las 9 de la noche, cuando pone de nuevo el pie en Torre Pacheco. "Solo te da tiempo a ducharte, cenar y acostarte, pero casi no duermes", explica el inmigrante, que comparte piso con otras tres personas. A pesar del cansancio y las duras condiciones de trabajo, no se arrepiente de haber hecho los largos viajes que le trajeron hasta Torre Pacheco. "He podido mejorar la vida de mis padres y de mi hija, y he encontrado a gente maravillosa en España", dice Mory, que ha encontrado a una pareja española. La madre de su hija se desesperó antes de que pudiera traerla consigo a Europa, así que acordaron seguir sus vidas por separado. 

Al mirar atrás, piensa que volvería a subirse a la patera. Por algo llaman a la pobreza la agencia de viajes más convincente del mundo. "Hice el viaje cuatro veces antes de quedarme", cuenta. "La primera vez no sabía cómo iba a ser. Me subieron con 79 personas más en una patera que se rompió y empezó a entrar agua a chorros frente a la costa de Marruecos, así que nos rescataron y volvimos atrás", relata su primer viaje frustrado.

"Pagué una y otra vez hasta que pude quedarme. Cuatro viajes, y no me arrepiento", comparte Mory.

En su país, cuenta que "si no es un trabajo del Gobierno, todo va mal", así que se dedicaba a comprar cacao en Costa de Marfil para venderlo en Ghana". Tras lo vivido, no hace planes de futuro: "Me gusta vivir al día", afirma. 

Temor a enfermar

La precariedad laboral es una barrera para frenar los contagios. Según la representante del sindicato UGT Marga Gabarrón, "los trabajadores agrícolas suelen tener un contrato eventual y si te dan la baja médica, las empresas de trabajo temporal (ETT) te dan de baja y te ponen como al final de la cola, así que no sabes cuándo te volverán a llamar". El temor a quedarse sin ingresos pesa sobre la enfermedad, aunque los ingresos no sean los esperados.

A la cuadrilla de Mori le prometieron 6,93 euros la hora trabajada, que es la tarifa pendiente de actualizar por el sector. "Aplicando el salario mínimo deben pagar a 7,03 la hora, pero la patronal no está por la labor de firmar nada, así mientras pasa el tiempo se ahorran dinero", destaca la representante sindical, que denuncia que "hay empresas que pagan a 5 euros la hora". 

El trabajador agrícola en uno de los invernaderos donde suele emplearse para la recogida de productos hortofrutícolas. 

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