La solidaridad ayuda a afrontar la ola de barro en Los Alcázares

Los Alcázares
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Los Alcázares tiene aún el color del barro. Ese tono mortecino lo cubre todo, desde los colchones y muebles que se airean en las calles hasta los coches y aceras. En algunas caras aún se puede ver el barro. Solo la solidaridad pone otro color en el municipio más castigado por la tormenta que sorprendió a los vecinos preparando la Navidad. Unas fiestas que nunca olvidarán.

 

Un camión bombea agua de casas y garajes casi en cada esquina de Los Alcázares. Los bomberos aún despejan calles y plazas de los lagos formados por la avalancha de agua y barro que llegó al casco urbano como una ola furiosa. Se llevó muebles y enseres, arrancó baldosas de las calles, pudrió árboles, palmeras y bases de farolas que se cayeron desplomadas al suelo y desplazó coches por las calles hasta estrellarlos contra una pared.

En medio de las fiestas navideñas, mucho silencio en las calles. Solo se escucha el ruido de las bombas de agua y la faena de los vecinos, que sacan objetos embarradas sin parar. Llenan contenedores y desechan propiedades que formaban parte de su vida hasta ahora. La ola de barro les ha obligado a desprenderse de parte de su vida. A algunos de casi toda, porque hay familias que lo han perdido casi todo, que viven estos días sin lo elemental, sin cocina, sin frogorífico, sin camas.

                    Un vecino saca colchones, muebles y enseres llenos de barro a la calle

La cadena solidaria ha vuelto a funcionar. El centro de operaciones puesto en marcha durante la primera semana en el Ayuntamiento, se ha instalado en el Centro de Igualdad, Servicios Sociales y Mujer (CISSMU) de Los Narejos. En el consistorio, en lugar de actos navideños, este año se ha instalado el cuartel general de la solidaridad. En una esquina del vestíbulo, decenas de fregonas, botas de goma y trapos embarrados después de la batalla siguen cumpliendo su función, ya que numerosos jóvenes han acudido desinteresadamente a ayudar a limpiar casas particulares y calles. Jóvenes de varias razas y nacionalidades se meten en las botas de goma y arriman el hombro. Como prioridad, se marcaron sacar el lodo de las casas de los ancianos que viven solos, muchos de ellos alojados temporalmente en las residencias de mayores de Los Alcázares.

En el salón de plenos, este año no ha habido niños vestidos de pastorcillos, sino grandes bolsas llenas de ropa y mantas, cajas de agua potable y leche, pañales y objetos de primera necesidad. En la puerta del salón plenario, la concejal de Servicios Sociales, Isabel Sarmiento, registra las peticiones y entregas de material: "Se han hecho más de 800 intervenciones, algunas a las mismas familias. Lo que más se ha entregado ha siso comida, ropa y mantas", explica la edil. 

Voluntarias clasifican, doblan y preparan ropa y mantas entregadas por particulares y empresas

Todo ha sido entregado por particulares y empresas. Vecinos de toda la comarca del Mar Menor, que han acudido a llevar ropa de niños y adultos, mantas y alimentos no perecederos. También empresas y supermercados que han donado alimentos, ropa, pañales e incluso colchones y muebles. Han puesto la nota de esperanza de las últimas dos semanas.

La otra cara ha sido la pillería, que suele encarnarse en quienes intentan aprovecharse de la necesidad ajena. "Algunos nos habrán engañado, pero ha habido un filtro, el que puede haber en una situación de emergencia. Pedimos el DNI y las direcciones y nos hemos asegurado de que a nadie le faltara lo esencial", explica la concejal.

"A partir de ahora, trabajaremos con las familias evaluando su situación y determinando lo que necesita cada una", afirma Sarmiento. Como en todas las catástrofes, no faltan ejemplos de dudosa moralidad, pero también de esperanza: "El jefe de la iglesia hindú vino a decirnos que su comunidad estaba bien y no necesitaba nada, y el imán de la mezquita musulmana nos dijo que en los rezos iba a decir que viniera a pedir ayuda solo quien la necesitara", asegura la edil.

El salón de Plenos de Los Alcázares, convertido en almacén de emergencias tras la catástrofe.

"Pásame una manta para cama de matrimonio", pide Choni a otra voluntaria en el salón de plenos de Los Alcázares, convertido en almacén de emergencia. Choni, una desempleada de San Pedro del Pinatar, no lo dudó cuando se enteró de que hacían falta brazos y corazón para ayudar en la recuperación de Los Alcázares. "Hace unos meses me dieron el finiquito en mi empresa, así que podía venir a ayudar", explica sin parar de ordenar y clasificar ropa.

Cari Velasco dirige a un batallón de voluntarias de Cáritas de Los Alcázares. "Me jubilé en septiembre, así que aquí estoy", trabaja afanosa entre cajas y grandes bolsas. Carmen y Lucía, dos estudiantes del instituto Antonio Menárguez Costa que se inundó con la riada, también colaboran. "Lo mismo doblamos ropa que limpiamos barro", cuenta con las botas de goma salpicadas de lodo. "Nos dijimos, vamos a hacer algo de provecho", explica la joven.

A Choni se le inundan los ojos al contar la respuesta de tantos vecinos anónimos que han acudido a llevar todo tipo de objetos. "Han venido muchos extranjeros a traer cosas. Algunos los han traído en paquetes, clasificados por edades y por colores con rotulador", cuenta la voluntaria.

Ayuda psicológica

Durante tres días, un equipo de psicólogos de emergencias atendió en el edificio consistorial a personas afectadas por las inundaciones. "¿El ánimo? Pues yo creo que aún están de subidón, pero estas secuelas van a terminar saliendo, porque impone mucho ver tus cosas en la basura", comenta la concejal.

En el centro de mayores Adolfo López se instalará el punto de información y recogida de los informes de necesidades de las familias. La colecta de juguetes, que se hacía cada año en Navidad, se centraliza este año en el Cissmu de Los Narejos los días 4 y 5 de enero para que los niños de las familias más afectadas por la riada no pasen unas fiestas sin regalos. "Las donaciones y los voluntarios siguen llegando", sonríe la concejal.

Empresas, supermercados y particulares han donado alimentos para las familias más afectadas. Los trabajadores municipales lo trasladan todo al Cissmu de Los Narejos, donde será administrado por Cáritas.

El salón de Plenos de Los Alcázares, lleno de donaciones para las familias más dañadas por la riada de barro.

Jóvenes hindúes y españoles voluntarios con botas y fregonas se reparten una faena inacabable.

Los bomberos desagüan calles y plazas, aún inundadas por la riada de finales de diciembre de 2016.

Playas y paseo marítimo repleto de barro y residuos arrastrados por las escorrentías. La escultura del cómico Sazatornil no ha perdido su sonrisa a pesar de que también le alcanzó el lodo.

Cientos de coches permanecen aún bajo el agua en cocheras y sótanos inundados de Los Alcázares y San Javier.

La pregunta que queda en el aire: ¿cómo se recuperarán las playas y las instalaciones públicas dañadas?

 

 

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