Hace una semana parecía imposible que el instituto Antonio Menárguez pudiera reanudar las clases, como si no hubiera estado sumergido en más de un metro de agua cuando llegó la ola de barro a Los Alcázares. Los estudiantes sin embargo han podido volver a las aulas, mientras el resto del municipio lucha a brazo partido por recuperar la normalidad y, ya que se ha perdido tanto, reiniciar la vida.
Las calles y plazas empiezan a recuperar su cara, antes enterrada por el barro, aunque en la 'zona cero cero', como llaman al núcleo urbano que va desde la avenida de la Libertad hacia la playa, las máquinas continúan retirando paladas de lodo. La empresa Tragsa ha movilizado a tres camiones, dos cubas de valdeo, 8 retroexcavadoras y 5 miniexcavadoras, una motoniveladora, un quitanieves y un equipo formado por 15 operarios, tres capateces y un técnico. También está actuando una Unidad de Defensa contra los Incendios Forestales, que ha destinado a Los Alcázares 10 camiones.
Del Consorcio de Extinción de Incendios y Salvamento de la Región trabajan en operaciones de limpieza y achiques de agua 29 bomberos y 10 vehículos. Se suman las empresas privadas que siguen realizando bombeos de agua de los sótanos y aparcamientos subterráneos.
Los bomberos se afanan en extraer lodos de las redes de tuberías y sótanos en Los Alcázares.
Han iniciado además una campaña de erradicación de mosquitos, que han proliferado con el agua y el calor en piscinas particulares y otros embolsamientos de agua. El control de plagas municipal ha puesto en marcha las batidas de fumigaciones.
Otro frente abierto se encuentra en el CAR, donde continúan albergadas 15 familias, con 27 personas en total, que no han podido volver a sus casas. Tras la operación de choque para afrontar las emergencias, la Concejalía de Servicios Sociales ha analizado la situación de cada familia para encontrar una solución de alojamiento para los próximos meses.
Ayer, jueves, las máquinas comenzaron la operación limpieza del paseo marítimo de Los Alcázares, uno de los frentes más golpeados por las riadas. La existencia de objetos pesados en la orilla y las toneladas de objetos y suciedad que la ola arrastró hasta la costa dejaron una imagen desoladora.
Frente al camposanto de Los Alcázares se extienden otros dos, nuevos e inesperados: uno es la hilera de coches que se tragó el barro, averiados y sucios, y otra es la montaña creciente de muebles y enseres rotos y ya enmohecidos que los vecinos han sacado a la calle para que los retirara el camión municipal. En los dos cementerios recientes han ido a morir ahorros, esfuerzos e ilusiones de miles de familias, que luchan por recuperar la normalidad.
Parte del equipo de Protección Civil en un descanso de las labores de limpieza
Sin la ayuda desinteresada de decenas de voluntarios hubiera sido imposible reanudar las clases en los colegios y recuperar cierta normalidad en solo una semana.