Enormes granj
as guardan y engordan el pescado que, cada vez en mayor cantidad, llega a las mesas de las familias europeas. Funcionan como un criadero convencional, pero en lugar de plumas alberga escamas y, en vez de en tierra, flotan en el mar. A tres millas de la costa de San Pedro del Pinatar se encuentra la mayor concentración de la Región en jaulas de acuicultura.
En una serie de polígonos que suman 6,5 kilómetros cuadrados se produce más del 60% del pescado de crianza que genera la Región, que a su vez se sitúa a la cabeza de la producción acuícola a nivel nacional. Lubinas, doradas y atunes de estas jaulas que flotan bajo el sol del Mediterráneo llegan a las mesas de las familias europeas, en mayor medida las españolas, con las francesas por detrás principalmente.
La pujanza del sector, que en 2013 puso en el mercado 12 millones de kilos de pescado de granja, frente a los 9,5 millones del año anterior, lo ha convertido en un yacimiento de empleo en alza. Según el consejero de Educación, Pedro Antonio Sánchez, la acuicultura mantiene en la Región 350 puestos de trabajo directos y 1.500 indirectos, lo que la convierte en una actividad "con un potencial muy interesante". "Vamos a ampliar la oferta de formación que ya existe de ciclos de grado medio y superior con una Formación Profesional Dual (que incluye prácticas en empresas) para que haya más posibilidades de empleo. No formaremos más frustraciones", señaló el consejero.
La iniciativa de la Comunidad Autónoma llega tras una larga travesía de los empresarios a la búsqueda de trabajadores con formación específica para la actividad de las granjas. "Necesitamos rederos (que cosen las redes), personal de práctica náutica, patrones de yate y buceadores, que tenemos que traer de otras comunidades porque no encontramos en la Región", señaló el proesidente de la Federación de Acuicultores de la Región, Juan Manuel Aguirre. Larga se les está haciendo también otra espera: hace ya tres años que solicitaron una ampliación de la cuota de producción que no llega. "No hay que ampliar la superficie de ocupación, sino el número de jaulas, que es posible porque los polígonos no están del todo ocupados", indican los productores.
Lo que sí les llega con frecuencia son los controles constantes sobre la seguridad alimentaria. "Empleamos harina de pescado para alimentar a los peces, comprada en fábricas autorizadas, pero luego llegan al mercado español pescados de otros países extracomunitarios que no cumplen las normativas, y después de tres días de transporte", se quejan los productores. Les beneficia la temperatura templada de las aguas mediterráneas en la costa murciana. "Si el agua no es fría, comen más y engordan antes", señalan.
En las jaulas murcianas se crían lubinas y doradas, y en menor cantidad atunes y corvinas. La demanda atunera de los clientes japoneses bajó. "A esas economías orientales también les ha llegado la crisis", afirma Aguirre. Los empresarios acuícolas compran los alevines y los engordan en sus jaulas para garantizar el abastecimiento diario a los grandes mayoristas europeos. "Tienen la carne más limpia, porque cuando se extraen de las jaulas nos aseguramos de que unas horas antes no ha comido", explica el productor Nicolás López Saura. Las doradas de piscifactoría se distinguen de las salvajes en que son un poco más oscuras. "Les da más el sol porque no pueden bajar a los fondos", asegura. Y un inconveniente: otras especies de peces se acercan a estos polígonos atraídos por el alimento que queda en suspensión. "A veces llegan delfines que asustan a las lubinas. Nos ha ocurrido encontrar algunas muertas por la alteración que les causan los sonidos que emiten los delfines", cuenta el empresario.
Sobre el impacto ambiental de las jaulas, los empresarios defienden que "toda actividad humana lo tiene, pero en las granjas la mejor manera de reducirlo es controlar el alimento. Si comen lo justo, habrá menos residuos al fondo".
