Son los creadores de la Alta Costura de los vinos. Los diseñadores Ramón Torres y Claudio Pàmies, de la agencia Grafyco, han llevado la sofisticación y la creatividad a las etiquetas que se convierten en la imagen de cada caldo. La cara del vino, lo que, junto con su sabor y consistencia, le da carácter. En la cafeterçia José Antonio de Pilar de la Horadada exhiben las etiquetas diseñadas para la firma jumillana Gil Family Estate.
El rey de la exposición es la etiqueta onírica de Honoro Vera, un garnacha de 2011 para paladares exigentes y bolsillos moderados, ya que a pesar de su éxito internacional no pasa de entre los 4,50 y los 6 euros, según el punto de venta. La corona se la puso el prestigioso sumiller canadiense Philippe Lapeyre cuando dijo que era "probablemente la etiqueta más bonita que había visto nunca". No tardó el chef austríaco Wolfang Puck, encargado de organizar la cena de los premios Óscar de cine en Hollywood, en elegir este vino de color cereza con aromas de picota y ciruelas negras, para tal mesa de gala repleta de caras famosas.
El reinado de Honoro Vera no eclipsa en la muestra la revolución de diseño que viste el resto de las botellas de la bodega jumillana. Las etiquetas de vino ya no son aquellas vitolas con letras doradas y sobriedad máxima. Los diseñadores saben que "el 70% de las veces que coges una botella de un lineal de la tienda, te la llevas". Por eso en sus diseños habitan peces en bicicleta, duendes que sueñan nubes de colores y sugerentes formas.
