Solas. Condenadas al ostracismo por no luchar mientras nos violan

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Inmaculada Barranco

Hay momentos en los que necesitamos de la soledad. Esos instantes en los que nos expresamos sin testigos, en los que lloramos desde la garganta o nos frotamos las manos de alegría, nos ayudan a calibrar nuestro mundo interior y así volver a la vida cotidiana  sin haber expuesto nuestra vulnerabilidad o nuestras fantasías.

 

Otra cosa es sentirse solas. Desterradas. Desamparadas. Apuntilladas por una sentencia que nos ha hecho sentir condenadas al ostracismo por no luchar mientras nos violan. No es la primera vez que se criminaliza a la víctima, pero en esta ocasión teníamos la esperanza de que una condena ejemplar bajaría los humos de la soberbia machista.

No es solo que tengamos una pataleta simplista porque nos haya parecido injusta la sentencia, de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra, contra 'La Manada'. Hay casos mucho más graves que este, y somos conscientes de que los juicios son complejos y de que habría que estar en el lugar de los magistrados para tomar ciertas decisiones. No se trata de juzgarlos a ellos. Se trata de que con esta decisión nos sentimos desnudas ante una masa de manadas que puede sentirse libre porque ahora tiene las claves para no incurrir en delito de violación. Por otro lado, existe la preocupación de que el recurso que ya han anunciado las partes y que llevarán al Supremo rebaje la pena porque se valore más la forma que el fondo.

Hasta ahora, teníamos a los violadores por enfermos. Personajes solitarios que acechaban en la oscuridad a sus presas. Desde este momento ya no es así. Hay un cambio de paradigma.  Ha cambiado radicalmente la imagen del violador y ha aparecido la manada. Un nuevo concepto: hombres que lo han probado todo y ahora encuentran excitación en cazar mujeres y violarlas en grupo. ¿Habrá que replantearse la idea de que tenerlo todo en la vida nos vuelve depredadores?

Recuerdo haber caminado por calles oscuras y ver grupos de hombres sin sentir miedo;  de alguna forma pensaba que, si me veía en apuros, ellos vendrían a socorrerme.

Ayer cambió todo. Ahora cualquier grupo de chicos, con buena apariencia, nos pondrá en alerta cuando vayamos solas. Este es el terrible cambio que nos ha asaltado y que lleva doble filo porque no nos concierne solo a nosotras porque  ¿cómo se sentirán los jóvenes cuando vean a una chica sola y sientan su pánico?, ¿cómo se podrá sentir esa gran mayoría de hombres y muchachos para quienes esto es una aberración, y perciban el miedo en la mirada de una mujer que está sola? Duele a sociedad violada.

Ya hay movimientos sociales que piden una educación afectivo sexual en los centros de enseñanza, que ancle los valores de igualdad, afecto y respeto. ¿Será suficiente con una buena educación?

Qué miedo.

Qué solas estamos.

Qué solos nos han dejado a todos.

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