CUENTOS. La bruja debe morir

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Estudié un curso de cuentoterapia hace unos seis años en Murcia, con su creador, el psicólogo y terapeuta  Lorenzo Hernández Pallarés. Es director del Equipo de Orientación Educativa y Psicopedagógica (EOEP), y Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) de la Consejería de Educación de la Comunidad Autónoma de Murcia.

Por entonces, mientras me formaba con él y con su equipo de cuentoterapeutas, le hice una entrevista en la que explicaba cómo llegó a idear este arte de usar los cuentos como herramienta psicoterapéutica. En estas clases se estudian y analizan diversos géneros de cuentos y se hace especial hincapié en el cuento maravilloso o iniciático, que es el que da claves para el desarrollo personal. En los talleres, entre bromas, nos dicen que viven del ‘cuento’. Y ahí van, con sus maletas llenas de dragones, reyes y princesas, brujas, unicornios y seres increíbles y, cuando las abren, volvemos a la infancia y desplegamos con ansia la puerta de la inocencia de par en par.

La semana pasada, cuando Lorenzo Hernández leyó mi artículo Vuelve, en el que planteo la pregunta ¿a quién resucitarías?, me envió un correo electrónico en el que me recordaba que  el tema de la resurrección aparece mucho en los cuentos populares del campo de Cartagena y de otras zonas, como el libro del escritor y abogado José Ortega Ortega  ‘La resurrección mágica y otros cuentos populares del campo de Cartagena’  y ‘El imaginario del viejo reino de Murcia’ de Juan F. Jordán Montés, escritor y doctor en Historia Antigua y Arqueología.

-La bruja debe morir. -Nos dijo un día Lorenzo mientras lo mirábamos pasmados. -¿Pero cómo vamos a matar a la bruja?, de eso nada; a nuestros hijos hay que enseñarlos a perdonar y  alejarlos de la violencia.

Nos explicó que endulzar los cuentos maravillosos puede acentuar el miedo en los niños, y que es mejor no hacerlo porque, al fin y al cabo, “el cuento solo tiene un final, un final feliz”. Nos dijo que los cuentos hablan de la vida y la muerte; de héroes y villanos. Que el niño sabe discriminar entre la realidad y la fantasía y que comprende el mundo a través de la imaginación. Para Lorenzo, es una crueldad cambiar el cuento y no matar al malo, a la bruja, porque dejarlos vivir es dejar en los niños una sensación de indefensión ante los malvados. Si se perdona al tirano, al cruel, no se sentirán protegidos. Los niños necesitan que sus padres sean reyes justos. Sus héroes.   

Blancanieves no despertó por un beso de un príncipe. Despertó porque los lacayos del príncipe tropezaron mientras trasladaban su cuerpo por el bosque y salió de su boca el trozo de manzana envenenada. El rey rana se transformó en humano  cuando la princesa lo espachurró contra la pared, no por un beso. En la mayoría de los  cuentos maravillosos la heroína es la mujer y pocas son las que necesitan de un beso para despertar.

Como dice Lorenzo Hernández: “Los cuentos son la reserva ética para un mundo sin mentiras”. Tal vez necesitemos leer de nuevo, y sin tapujos, los cuentos maravillosos y dejar de lado la  melosa versión de Disney que nos muestra un mundo ñoño y pueril el cual, de alguna manera, nos ablanda para afrontar los obstáculos de la existencia con coraje y valentía.

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