EUTANASIA. No es la muerte lo que tememos, sino el dolor

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Le dimos un trozo de queso, lo olió y se tumbó a nuestros pies. En ese momento tuvimos la certeza de que Toyu, nuestra perra de 17 años, iba a morir. Era como un aspirador, jamás dejaba una miga en el suelo, ni siquiera las veces que estuvo enferma o salió del quirófano. Creo que por eso las hormigas tuvieron que emigrar a hogares más nutritivos.

A primera hora de la mañana llamamos a Jessica, veterinaria de la clínica Fauno de San Javier. La durmió. Para siempre.

Quienes tenemos mascotas y las queremos las sentimos como un miembro más de la familia. Recuerdo que los últimos meses de la vida de Toyu era un continuo peregrinar a la clínica veterinaria y a la tienda de comidas y complementos nutricionales para animales; incluso iba a la peluquería más que yo porque ya tenía incontinencias, necesitaba dos baños diarios y nos parecía importante que, como tenía el pelo muy largo, se la viese siempre aseada y arreglada. Era una perra y os aseguro que era coqueta como ella sola. Teníamos la convicción de que el tiempo que le quedara de estar en casa lo pasaría de forma digna y también teníamos claro que no la íbamos a dejar sufrir cuando llegase la hora.

El caso es que yo querría lo mismo. No es la muerte a lo que se teme sino al dolor. Ese dolor de rabiar y del que liberé a Toyu.

El debate sobre la eutanasia está abierto en nuestro país. La RAE la define como “muerte sin sufrimiento físico”. Viene de la voz griega ‘eutanasia’ y está formada por los términos: ‘eu’ que indica bueno o bien, y ‘thanos’, que significa muerte. La organización nazi Aktion T4 desvirtuó la palabra eutanasia cuando la empleó para exterminar a niños con taras de nacimiento,  discapacitados, enfermos incurables o personas improductivas para el régimen, alegando que les evitarían sufrimientos con una muerte “misericordiosa’. De ahí que la palabra eutanasia dé grima cuando la oímos, pero en realidad lo que hicieron no fue practicar la eutanasia sino la eugenesia, que consiste en mejorar la raza  manipulando la descendencia; seleccionar solo a aquellas personas que, a su juicio, enriquecen la estirpe y desechar o eliminar a quienes se salen de sus parámetros.

El Congreso de los Diputados ha dado este 8 de mayo el primer paso para la despenalización de la eutanasia en España. En concreto, se aprueba admitir a trámite una ley que retiraría el artículo 143.4  del Código Penal que condena  la muerte asistida, y que se contempla desde 1995.

El Consejo de Ministros ha dado el visto bueno al  Anteproyecto de la Ley reguladora de los derechos de la persona ante el proceso final de la vida. La Ley de Muerte Digna planteada por Ciudadanos está pendiente en el Congreso, por otro lado, el PSOE  ha presentado una propuesta para regular la eutanasia y que sea un derecho  que esté financiado como servicio del Sistema Nacional de Salud.

Según el Grupo de Atención Médica al Final de la Vida de la Organización Médica Colegial (OMC), en España mueren 50.000 personas al año sin recibir cuidados paliativos y unos 225.000 pacientes necesitan de este tipo de atención. Ante este panorama, la OMC pide que se agilice la regulación de los derechos de las personas que se encuentran ante el proceso final de sus vidas.

Países como Australia, Bélgica, Canadá, Colombia, Holanda, Luxemburgo, Suiza y algunos estados de EEUU ya han creado leyes para regular e implantar la eutanasia. En España pronto será un hecho. En febrero de 2017 Metroscopia realizó una gran encuesta en España en la que preguntaba: ¿Cree usted que un enfermo incurable tiene derecho a que los médicos le proporcionen algún producto para poner fin a su vida sin dolor? El 84% dijo sí.

Estas leyes no imponen cómo morir, es tan solo para quienes, de forma libre y consciente, decidan cómo hacerlo en caso de encontrarse ante una enfermedad dolorosa e irreversible. No se trata de que esto sea un sin Dios y que se comience a matar enfermos de forma indiscriminada, se trata de que podamos libremente manifestar nuestras últimas voluntades ante la enfermedad terminal y que estén dispuestos todos los medios materiales y legales para que se respete nuestra voluntad.  No debemos olvidar que todos somos terminales desde que nacemos y tenemos, casi todos, la vida entera para exponer cómo queremos afrontar nuestros últimos momentos de vida.

De manera que, no todos tienen la posibilidad de obtener cuidados que disminuyan el dolor. Incluso podemos encontrarnos frente al encarnizamiento terapéutico, ese que te mantiene con vida a toda costa sufras lo que sufras; hay personas de nuestro entorno a las que les costará despedirse y querrán mantenernos vivos sea como sea, bien por amor o bien por sus creencias. Ciertas ideologías y religiones son contrarias a la muerte asistida y por otro lado, no olvidemos que hay muchos intereses económicos y empresariales, como la industria farmaceútica, que se sustentan a costa de la cronicidad de los enfermos. Sanar no da dinero.

Tal vez, algunos tengan una fe ciega y en caso de sufrimiento opten por entregarse a manos de su dios, decisión tan respetable como otras.  Pero el supuesto que aquí planteo es en el supuesto caso de que se quiera decidir sobre el final de nuestros días, o de nuestros parientes, en caso de enfermedad irreversible con padecimientos. ¿Impondríamos nuestros deseos ante los de un familiar desahuciado?, ¿qué nos planteamos en caso de afrontar una enfermedad incurable y llena de sufrimiento?, ¿cómo queremos que se nos recuerde?, ¿cómo necesitamos morir: despidiéndonos de nuestros seres queridos con entereza o enganchados a los pitos y mangueras sin dignidad y rabiando?

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