ROMÁN RODRÍGUEZ, propietario del restaurante BELLAVISTA, en SANTIAGO DE LA RIBERA.
Desde que el restaurante Bellavista abrió sus puertas hace 29 años en el paseo marítimo de Santiago de la Ribera, no había cerrado más que durante los descansos anuales del personal. Con toda una vida de lucha a sus espaldas, Román Rodríguez no se esperaba este parón, pero el terremoto económico de la epidemia le encuentra curado de espantos y, lo que solo se consigue con la experiencia, habituado a adaptarse una y otra vez a las circunstancias. "Ahora es cuestión de hacer ajustes y cambios de organización", afirma el hostelero.
El confinamiento le obligó, como a miles de empresarios, a echar el cierre con dolor. "Si soy sincero, necesitaba este descanso, aunque no he desconectado del negocio, pero sí he visto muchas series, he leído un libro gordísimo y he engordado un par de kilos", se sincera Román, que ha tenido que dejar también su bicicleta aparcada.
Ya ha iniciado los trámites administrativos y las adaptaciones en el restaurante para ofrecer desde el miércoles 6 de mayo un servicio de sus platos típicos marineros, mariscos, carnes y ensaladas para llevar. "He adaptado la página web para que el cliente pueda seleccionar su menú y pagar 'online' para evitarle cualquier contacto y garantizar la seguridad", explica Román.
Dentro de la franja horaria de recogida que se indique al formalizar el encargo, el cliente encontrará listo y empaquetado su pedido.
En la segunda fase del confinamiento, el Bellavista abrirá su terraza el 11 de mayo frente a la playa de Santiago de la Ribera. A Román le preocupa que "hay que dejar dos metros entre las mesas, pero yo tengo una fachada de solo 10 metros, así que no sé cómo lo vamos a hacer", aunque el hostelero reconoce que "nuestra situación, en la orilla del mar, nos va a ayudar una vez más a superar todos esos inconvenientes".
Arriba, Román con dos de sus arroces típicos marineros en una imagen de archivo. Desde el 6 de mayo se podrán pedir por encargo para recogerlos en el restaurante de La Ribera y llevar a casa. Aquí, en un ángulo de su terraza.
Aún así, cree que "tendremos que prescindir de personal y hacer cambios de organización". Tiene claro que "los camareros tendrán que servir protegidos con guantes", y no solo eso. "Tenemos una asesora de Sanidad que proporcionará la formación necesaria a los trabajadores para garantizar la máxima protección", asegura. Los clientes encontrarán en la terraza envases de gel hidroalcohólico para desinfectarse las manos. "Como tenemos una cocina grande, podemos garantizar la distancia entre los trabajadores", explica el hostelero.
A pesar de las pérdidas generadas por el cierre forzado con la epidemia, hay otro problema que le inquieta más que el virus. "Me preocupa más la situación del Mar Menor, porque eso lo tenemos ahí y, si este verano no vamos a tener turistas extranjeros y se van a otros playas los nacionales, nos puede hacer aún más daño", afirma.