Unos cuantos pasos de salsa, un golpe de cadera a ritmo de bachata, o un 'meneíto' chachachá, equivalen a veinte sesiones de psicólogo. Es lo que tiene el baile latino, un virus que se cuela en la sangre y la vuelve más caliente y efervescente, por eso cada vez tiene más adeptos. Por la comarca del Mar Menor se mueven auténticos cónclaves salseros.
Dos puntos neurálgicos del baile latino se distinguen sobre los demás, el nuevo Dile que no, en La Ribera, y los jueves en Mombasa, en Mar Menor Golf de Torre Pacheco.
"El rato que estás bailando desconectas, es un antiestrés", explica el profesor de baile latino Juan Ventaja. Cree que "la gente en principio se acerca al baile latino porque quiere conocer a otras personas y les gusta el buen rollo que se crea, en el que bailan todos con todos, con respeto total. Es un estilo de vida". Esa diversión sana es la que enseña junto con los pasos de salsa, bachata, chachachá, merengue o rueda cubana. "También es una manera de romper la monotonía de la pareja. Te da un poco de vida, sales y conoces gente en lugar de estar en el sofá", defiende Juan.
En la sala Dile que no imparte talleres cada sábado a las 22,30 horas para dedicar el resto de la velada a los ritmos latinos. El propietario del local, Daniel Melero, hace funcionar además una academia de baile en La Ribera, la escuela de danza Yaiza. "Lo bueno de este tipo de baile es que vale para cualquier edad. Tenemos alumnos desde 15 años hasta más de 70", afirma.
Otra parada salsera, los jueves en Mombasa, en una atmósfera más colonialista que caribeña, por la decoración de club de oficiales.
Fue el ya cerrado Camagüey el pionero en ritmos latinos en la comarca del Mar Menor, tanto en el local de Los Alcázares como en el de La Ribera. Después de unos años sin un local de referencia salsera, resurge esta corriente bailona que cobra nuevo impulso ante la necesidad de buscar escapatorias al gris panorama económico. Lo que se llama burlar la crisis a golpe de salsa.
