Mejor no preguntes

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Por Pruden Cuatropicos

Vengo con un pasmo faraónico del último encuentro con mi grupo de amigas estresadas por el ocio. Sí, las que sufren purita ansiedad de ver que no llegan a la clase de Pilates porque casi se les junta con la de ganchillo japonés.

No te digo más que una de ellas se plantó un día con leggins y mancuernas en el aula de cultura tibetana, por error, claro, pero el profesor se pilló un rebote que poquito tenía de espiritualidad, vamos a ser claros. El caso es que, con toda su sabiduría ancestral y todo, la sacó del aula sin miramientos, como ha hecho la Casa Real con Iñaqui en la web oficial, y la verdad, ahora que es víctima de un ‘injusto empobrecimiento’ da un poco de reparo. Se imagina una al duque Em Palma Do, harapiento y apartado del cariño real, del Museo de Cera, de la rambla de Mallorca y hasta de las revistas cardiacas, y da cosa.

Mi susto no era por la familia real, y eso que se empeñan en darles mala vida a los monárquicos que quedan –el que le llevó la gorra a Juan Carlos cuando era príncipe y poco más-, no, era por mis amigas estresadas. Resulta que me dicen que ellas también mirarían para otro lado en caso de repentino enriquecimiento marital. Me dejan sin habla. Que si me tiene como una reina –o como una infanta, para más semejanza-, yo para qué voy a preguntar de dónde vienen los billetes, me dicen. Tal cual. Que para qué me voy a llevar disgustos y estar luego con el comecome por las noches pensando en si nos pillará un fiscal anticorrupción cualquiera. Que a mí que me den bolsos de Louis Vuitton, como a la ministra Mato, aunque también callaría ante un Loewe como el de Rita Barberá, y puestos también un peluco como el que el Bigotes puso en la muñeca de la mujer de Camps, aunque yo soy más de bolsos y collares, me dice la que lleva cuatro años sin perderse una clase de meditación hindú, que cancela la cita con el dentista si le coincide por no perder su ritmo interior, me cuenta.

Para justificarse encima me cacarean que así lo han hecho las sagradas esposas de Sepúlveda –aún marido de la ministra Mato-, de Julián Muñoz, y hasta de Iñaqui el Apartado, que parece ser que las legítimas tienen bula de idiotez ante una posible comparecencia judicial. Y lo que le pase a él, pues ya se verá, que ya estamos viendo que luego quedan en nada todos los pollos que se monta la Justicia en este país de chilindrón. Muda que me han dejado. Tantos años de progresía y de equilibrio espiritual, y mira, lo que en realidad quieren es codearse con las otras estresadas del olimpo rosa, las que se angustian de tanto combinar bolso y ‘outfit’. Me he retirado cabizbaja a casa a reflexionar sobre lo escuchado, y mira, será la debilidad de la frugal cena que me ha impuesto la dieta Merkel, pero casi me voy a la cama pensando que, oye, antes de que te retiren como a Beatriz de Holanda, pues una merece ser un poco reinona. Si no que se lo digan a Norma, retirada en una isla, seguro que sin preguntar nada de nada. Porque yo lo valgo.

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