'El mar, los libros y el teatro me han ayudado a vivir'

Los Alcázares
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Alexia Salas. Cuenta Rosa del Carmen Albaladejo, amena conversadora e incansable teatrera, que cuando tenía un mal día, una tía suya le decía "vamos a la orilla del mar". El Mar Menor ha sido su principal escenario, aunque añade los libros y el teatro como sus elixires de vida.

Las amistades, las lecturas de grandes tomos junto a una privilegiada ventana frente a la playa Carrión y un perenne sentido del humor le mantienen las ganas de vivir a sus 81 años. Tiene función por estrenar. En eso debe consistir la vida. En nada más y nada menos. 

Presidenta de la Asociación de Amas de Casa, directora del grupo de teatro La Jarapa, que fundó su hermano Antonio, y muchos otros activismos más en su haber, incluido su fugaz paso por la política, Rosa es ella misma un mar de historias de Los Alcázares y de infinitos relatos reales que guarda en su memoria. La acaban de nombrar, por unanimidad de todos los grupos políticos municipales, Hija Predilecta del municipio. 

¿Cómo ha recibido el título de Hija Predilecta?

Siento el afecto, aunque nunca he hecho algo por reconocimiento, quizás por influencia de mi padre y mis hermanos, de quienes he tenido mucha influencia de mis hermanos. Eran muy distintos. Me llevaba 12 años con Antonio y 10 con Máximo. 

Yo llegué a los 10 años y mi madre ya no quiso tener más. Era la época de Franco, pero aquí, al no haber aún ayuntamiento, no se sentía tanto la presión, tal vez por eso no había tanta diferencia de clases sociales.

Decía Tolstoi que las familias felices no tienen historia, pero en realidad en todas hay de todo. ¿Cómo ha sido la suya?

Mi madre era de La Unión, su padre trabajó en La Maquinista de Levante de maestro forjador, y mi padre del Lentiscar, Bocarrambla. Había un ventorrillo, el del Redondo, donde mi abuela materna se casó dos veces. Era de Torre Pacheco, del molino de Las Ánimas. 

Mi padre llegó a Los Alcázares y en 1929 puso una tienda. Él contaba que hizo una vez teatro, en 'El último mono y el chico de la tienda', de Arniches. Parece que hubo un gran desplazamiento de familias desde Pinoso, de donde era mi abuelo. Mi bisabuela era ciega, perdió la vista de tanto llorar porque perdió 5 hijos en la Guerra de Cuba. Tenía 12 o 14 hijos. 

Era una tienda como aquellas del Oeste. Vendía unas pamelas para los burros, con dos agujeros para las orejas. Un día llegó un hombre a preguntar por un sombrero para su mujer, y mi padre le dijo que aquel era el único que tenía. El cliente lo tomó como un insulto y quería matarlo. Yo crecí en aquella tienda. 

¿Cómo ha visto cambiar Los Alcázares?

Mucho. La calle que baja de la iglesia, la mitad pertenecía a San Javier y la mitad a Torre Pacheco, con el agravante de que igual San Javier llegaba y arreglaba su lado y el otro lado se quedaba sin arreglar. 

Por entonces, había vecinos que tenían cerdos, y los sacaban frente a la playa, atados a un clavo, para que les diera el aire. Una amiga tenía su cerdo atado en la parte de San Javier, que sacó una norma que prohibía tener animales en la calle. Llegó el guardia y le dijo que la tenía que multar, así que ella cogió el clavo y lo puso al otro lado de la calle. 

Aquello era de chiste, pero también había mucho atraso. Hubo un gobernador que se quedó horrorizado cuando vino y vio el pueblo tan atrasado. 

En LOs Alcázares siempre hubo un germen reivindicativo.

Sí. Fui de las primeras en apuntarme a la gestora proayuntamiento. 

Hablan del espíritu del 13 de Octubre. ¿Queda algo?

Por desgracia, no. Entonces no había colores, aunque todos sabíamos de qué pie cojeaba cada uno. Yo fui concejal independiente por el PP. Sabíamos que con Menárguez no íbamos a ganar, pero nos presentamos. A los dos meses me salí. 

¿Aguantó dos meses de concejal?

Dos meses y medio. (Ríe).

Ya estábamos con el teatro. Mi hermano le puso al grupo La Jarapa, porque habían hecho un escenario cubierto por jarapas. 

Es un orgullo pensar que continúa, ¿no?

Claro. Lo recuerdo cuando me pregunto por ese amor por el teatro que tengo. Había un grupo de teatro en Los Alcázares, que dirigía Urbano Olmos. En los años cincuenta hizo mucho por el pueblo, porque no había nada, el verano era tan corto y solo quedaba el tránsito de gente de la base. No había nada y nuestras madres nos llevaban al teatro. Con 9 años, en la Sección Femenina, ya hice teatro, 'La hija pródiga' se llamaba. Después ya tenía 18 años cuando hice la primera obra con Urbano Olmos, 'La madre guapa', un drama con muchos actores, en el cine Carthago. Luego canté en el fin de fiesta. Siempre he estado metida en todos los líos. 

En 1961, Radio San Javier hizo un concurso. El pueblo que más pujara con una canción se llevaba un nacimiento. Entonces fuimos Candela Bastida, Serafina y yo. Los pueblos pujaban por las canciones. Canté 'María de las Mercedes', de Conchita Piquer, yo es que era flamenca. Y Carpo, un vecino de Los Alcázares a quien le tocó la lotería, pujó mucho por nuestra canción y nos trajimos el belén. 

Después de aquello, me llevaron al Casino de San Javier. El señor Maestre estaba allí y decía "Los Alcázares, mi querido hijo!", y yo le contesté "será su hijo, pero tarde o temprano tendremos ayuntamiento". Me dijo "¡hija, no me digas eso, que me das un disgusto!". Si ves las caras...se hizo un silencio sepulcral. 

Rosa del Carmen Albaladejo junto a Urbano Olmos en una de las funciones teatrales que representaron con el grupo local. 

¿Qué rastro deja en uno vivir frente al mar?

Una amiga, Rosario Olmos, de Los Luisos, y yo fuimos las primeras mujeres con el título de patrón. El mar es sanador. 

Mi tía me decía, Rosa si estás triste vámonos a la orilla del mar. Me reconforta. Y navegar a vela es lo más precioso. Esa quietud. 

Su compañero de vida ha sido tu hermano.

Sí, mis dos hermanos, Antonio y Máximo. Vivimos siempre los tres juntos, entre libros. Con las amas de casa he iniciado una tarde de lectura a la semana, porque es necesario ahora que la gente ve tanto la tele. Ibáñez Serrador hizo un serie en la que la televisión era el gran hermano. Todos creen lo que dice la tele. 

Hay mucha gente que lee, pero no los de mi edad. Me encanta Stephan Zweig, las biografías. Me acuerdo del primer libro que me regalaron, una novela que me impactó. 

Dice que el mar y los libros la han marcado mucho, ¿qué ha sido fundamental en la vida?

La amistad y la fe. Soy católica, apostólica, romana y practicante. Tal vez no sea la perfección, pero mi trayectoria de vida es la de la fe cristiana, ayudar lo que pueda y querer a todos, sin mirar si es pobre o no. 

¿Qué ha aprendido de tantos años organizando grupos y animando a hacer teatro?

Te mantiene viva. En mayo cumpliré 81 años. Si me siento en un sillón, nada. Necesito actividad. Tengo un grupo de teatro al que quiero y ellos me quieren mucho. 

¿Qué diferencia Los Alcázares de cualquier otro pueblo?

Todos los pueblos tenemos algo en común. Posiblemente el enclave de Los Alcázares lo haga diferente. Cuando Carrión fue a construir el hotel La Encarnación, recorrió toda la costa con un químico, que le dijo que las mejores aguas estaban en Los Alcázares. Me enteré hace poco que hay una corriente que viene de La Manga y recicla constantemente el agua. 

Yo tenía 6 años cuando se inauguró el club. Era una preciosidad, pero aquel temporal fue horrible. Mi padre se levantó de madrugada y lo vio caer. 

La base también influyó en el pueblo. Ser un pueblo que recibe gente abre la mente. Viene gente de todas partes. Fueron influencias positivas para el pueblo. 

¿Tener buen humor es el secreto de vivir en el presente con optimismo?

Sí. Mis hermanos también tenían buen humor. No discutíamos nunca. Nos reíamos mucho, con Antonio sobre todo. Hacíamos tertulias en la puerta hasta la madrugada con Antonio Morales y Ginés, el pintor. 

A veces tengo momentos de recuerdos, pero miro hacia adelante. Jugamos a las cartas entre amigas o nos vamos de viaje. 

¿Qué es lo que te tira del teatro, poder convertirte en otros personajes?

Eso te engancha. Sales de tu vida para ser otra persona. Es fantástico. Te abre la mente, poder meterte en otra persona con emociones diferentes. 

Es importante acertar con tu personaje. La interpretación debe ser una fusión entre lo que hizo el autor y algo tuyo. Pasa así tanto en los dramas como en la comedia. Y me gustan la escenografía, los vestuarios, los detalles. Mi hermano me decía que yo no me dejaba dirigir.

¿Como directora es dura?

No. A veces suelto algún taco si me cabreo (ríe). 

¿Qué le gustaría ver hecho en Los Alcázares?

Un espacio multiusos para hacer teatro, porque hace aficionados entre los niños y los jóvenes. 

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