"Lo peor que podemos hacer es seguir callados"

San Javier
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Podrían pasar las horas y no terminar nunca de escuchar a Emilio Linder, actor, cantante y contador de innumerables anécdotas de vida. Esa voz rasposa y vivida cuenta y cuenta, y parce inevitable pensar que por mucho que narre episodios salteados de toda una vida en platós y escenarios, siempre quedaría un enorme océano de emociones y vivencias valiosas como doblones de oro.

Pidió la nacionalidad española al día siguiente del fracasado golpe de estado de Tejero, aunque saca el acento bonaerense siempre que quiere. Esta noche, 6 de noviembre, y mañana, sábado 7 de noviembre, encarna a Mario Benedetti en 'Una mujer desnuda y en lo oscuro', junto a Esther Vega, en un montaje dirigido por Mario Hernández que llenará el teatro Príncipe de Asturias de Santiago de la Ribera de versos y prosa del uruguayo universal.

 

Entradas a la venta en las confiterías La Cierva y en la joyería Páez. 

Me pillas haciendo la maleta

No se separa usted de una maleta, porque en el escenario de 'Una mujer desnuda y en lo oscuro' hay algunas.

En la vida del actor hay muchas maletas, porque anda de viajes, bolos y rodajes

¿Cómo se siente en la piel de Mario?

Muy bien porque para mí fue siempre un icono. Yo soy argentino y hace ya 40 que hice un esfuerzo por quitarme el acento, y ahora tanto en 'Yepeto' como en 'Una mujer...' me ha servido. Le doy al botoncito y ¡pop! sale el argentino (risas). Mi padre era versocompulsivo y de ahí me viene. Cuando yo tenía 13 años, en Buenos Aires, me dice -le sale acento argentino- 'Emilito, mira lo que dijo el poeta, cuando me entierren no se olviden de mi bolígrafo'. Me hice fan. Encarnarlo es un placer.

¿Se sorprende aún a sí mismo?

Sí, alguna que otra vez. Es parte de la vida del actor. Cada función es distinta. Stanislavski decía que si dos funciones simplemente se parecen es que algo funciona mal. Sí me sorprendo en cada función.

¿A qué diría ya que no?

Te jubilas y te sale trabajo. En noviembre cumplo 66 y lo llevo mejor de trabajo que antes, y me puedo dar el gusto de elegir. He hecho dos películas en cooperativa, que no cobras un duro. Con lo que menos ganas es con lo que más disfrutas. Ahora me doy el gusto, pero hace dos años tenía que decir que sí a todo.

¿Qué ha dejado de importarle tanto?

A eso que dicen de salud, dinero y amor, yo pongo salud, amor y dinero Siempre intenté que fuera así, aunque en los últimos años el dinero importaba. Ahora estoy más relajado. En esas épocas es cuando te das cuenta de que la gente te quiere.

¿Después de rodar cine erótico, todo se queda corto?

En unos sentidos sí y otros no. Eso duró dos años, en la época del destape, de 'El último tango en París' que yo tuve que ir a ver a Francia. Hice seis o siete películas eróticas y las pagaban bien y lo pasábamos muy bien (risas). No era porno. En el 81 se aprobó el cine X y ya no se hizo más cine erótico. Fue una experiencia y me llevó a otra porque estaba yo haciendo 'Satán azul', con Marisa Medina, y saliendo del Teatro Zarzuela, por la puerta de artistas, que se abría hacia fuera, le dí un portazo a alguien ¡y era Rudolf Nureyev!. Nos invitó a verlo y me presentó a Lindsay Kemp en el camerino. Me apunté a sus clases en la Escuela Superior de Arte Dramático, donde estaba Imanol Arias y más gente. A los dos meses me llamó el ayudante de Lindsay para decirme si me importaba salir de gira con ellos. Con Rudy hicimos una gran amistad y nos veíamos en Nueva York y yo le presentaba a mis amigos gays (risas). LIndsay Kemp me decía: mientras te dediquea a esto no tienes vida personal y profesional. Tienes vida. Aquella época me marcó el resto de mi vida. Ahora vive en Florencia.

Con Jesús Franco, que rodó mucho en Murcia, tuvo una anécdota no tan gratificante.

Yo y otros muchos. Cuando se legalizó el cine X, él metía planos cortos de otros personajes que habíamos rodado con él antes, pero no ese tipo de películas, pero nuestros nombres salían en los créditos. 

¿Hemos matado el erotismo?

No creo que muera nunca. Forma parte de la vida de las personas y del arte. Y los hombres pensamos siempre en 'lo único' (risas).

¿Qué le parece más erótico?

Jugar con lo sensual. Es muy sano. Los animales tienen su parte erótica. Y gracias a eso se reproduce la especie. Yo recuerdo películas como 'El último tango...' y tantas otras.

¿Y cuál es la parte erótica de Emilio Linder?

Hay técnicas actorales que te permiten cambiar con el personaje. He hecho de gay y había gente que me decía ¿tú entiendes?. Yo decía, no es que soy actor. Claro, que era guapo y joven (risas).

Debe haber mucho erotismo en trabajar con grandes actores como Tom Berenger, Jeff Goldblum y Donald Sutherland a todo lujo.

Maravilloso. Se confirmaba eso de que las personas con más talento son las más humildes. Aquella época en que pagaban mil dólares por sesión, teníamos coach personal, se valoraba el trabajo y nos alojábamos en hoteles de cinco estrellas. Los ochenta fueron maravillosos. Y Donald fue una gozada. Había sinergia.

¿Tanto como para compartir risas y humo en el camerino?

Sí, él había tenido problemas con la producción y para joderlo prohibió fumar en todo el rodaje, pero luego nos fumábamos un porrito en el camerino. Recuerdo un concierto de James Brown al que fuimos con Donald y la gente se sorprendía. Fueron años maravillosos.

¿Cuánto erotismo ha encontrado en Benedetti?

Él era un hombre, y pensaba también solo en 'lo único' (risas). Habla de esa luz que nos enciende y tantos otros versos, pero nos habla del amor no solo sensual. Lo primero es la persona, y después si eres hombre o mujer. Si eres mujer, mejor. En la obra me dicen '¡eres Benedetti!'. Lo imito. No lo conocí, pero no es difícil interpretarlo y sentirlo.

¿Qué le preocupa?

La salud, el amor, los amigos. Con todo lo que pasa, somos una minoría los que podemos comunicarnos. En cosas como lo de Siria, los fabricantes de armas y la muerte de millones de niños, lo que rige el mundo, no es que esté en contra, es que no lo entiendo. Pudiendo vivir en un paraíso, vivimos en un infierno. Ahora parece que hay un amago de cambio, pero yo no creo en la utopía, por eso de la edad.

Argentino y español, ¿una mezcla sin remedio?

(risas) No quiero que tenga remedio. Salí de Argentina con 23 años y llevo ya más tiempo de vida en España. Soy muy madrileño.

¿Cómo era el joven que vino a Europa solo a ver un concierto de los Rolling Stones y se quedó?

Me fui de Argentina en el 73, paradójicamente en una época prometedora. Supuestamente iba a llegar la libertad y la democracia, pero para los veinteañeros la libertad y la democracia estaba en Europa, el movimiento hippie. Soñábamos en Europa. Yo me iba a casar, ganaba dinero y lo ma´s importante para mí era el rugby. Tenía la vida arreglada. Teníamos un grupo de música y un día, a las 7 de la mañana, imagínate cómo íbamos, dijimos vámonos a Europa y fuimos a sacar dos billetes para el transatlántico Augustus que iba a Génova. En Roma tocaban los Rolling, pero en el barco conocimos a dos hermanas catalanas y, como decíamos sobre el erotismo, nos bajamos en Barcelona. Con Franco no quería ni pisar. El primero de mayo del 73 salíamos de una cafetería en Gran Vía, había gente manifestándose y pararon dos lecheras de la Policía y nos inflaron a palos, así que nos fuimos a Ibiza, que no era España, era Sodoma y Gomorra (risas). Veníamos a tocar a la península y hacíamos canción protesta. En la misma noche de la muerte de Franco empezó la transición. A los dos meses fue el golpe de estado en Argentina. La vida es así. Yo pedí la nacionalidad española el 24-F, al día siguiente del fracaso del 'tejerazo'. Dije este país es una maravilla.

El dúo musical con su hermano Osvaldo es añoranza de los tiempos de la canción protesta?

Sí, un poco de añoranza. Nos lo pasamos muy bien con los poemas y canciones. Él es médico ahora, pero seguimos cantando juntos.

¿Cree que protestamos lo suficiente?

No. Hay una especie de despertar. A ver si va creciendo. Lo de estar callado es lo peor que podemos hacer.

Armando Manzanero tiene un bolero llamado 'Lo haría'. ¿A qué o a quién se lo cantaría?

A todos los españoles antes de las elecciones. Toda esa creatividad de aquella época habría que recuperarla.

¿Qué le ayuda a pasar las noches?

Tomar conciencia de que tengo buena salud, que tengo amigos, la música, esos momentos en que uno está consigo mismo. Es la clave para descansar en cuerpo y mente.

 

 

 

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