"La tendencia de una laguna costera es la de colmatarse con la llegada paulatina de sedimentos por las escorrentías", es la afirmación que varios científicos han repetido en los últimos años sobre el Mar Menor. Lo que aún se desconocía es la intensidad con la que menguaba en los últimos años, a razón de casi dos centímetros anuales.
El pico de profundidad máxima de la albufera, de unos 7 metros, ya apenas existe. Del área de 9,7 kilómetros cuadrados que, más o menos en el centro del Mar Menor, registraba la mayor profundidad submarina, solo queda un pequeño reduzto de 300 metros cuadrados, según las últimas mediciones, realizadas en 2017. En el decenio anterior a esta fecha, la laguna perdió 18 centímetros de profundidad. Es probable que, con las intensas lluvias de los últimos dos años, ya ni siquiera quede esa pequeña sima.
El estudio ha sido realizado por el equipo científico compuesto por Manuel Erena, José Antonio Domínguez y Joaquín Atenza, por parte del IMIDA, además de Sandra Galiano, de la UPCT, Juan Soria, de la UNiversidad de Valencia, y Ángel Pérez Ruzafa, de la UMU.
Con imágenes captadas por drones y satélites de alta resolución, han comprobado el comportamiento de las golas, que se han reducido considerablemente, lo que afecta a la capacidad de intercambio de aguas con el Mediterráneo. Los científicos alertan sobre la incidencia del cambio climático en las corrientes entre ambos mares, ya que prevén que afectará negativamente a la frecuencia e intensidad de los peligros naturales, como los episodios de lluvia extrema. Auguran inundaciones en las cuencas que vierten hacia la laguna a través de ramblas, lo que incrementará la sedimentación.
El informe constata que el mayor proceso de colmatación de la laguna se produjo entre 2008 y 2017 por los episodios de lluvias extremas.
FOTO: Trabajos de dragado en la gola de Marchamalo en 2017 en una foto cedida por Pedro García (ANSE).
